Es pura lógica, cuando un sonido se convierte en algo molesto se convierte en ruido.
A diario estamos rodeados y quizás estemos demasiado acostumbrados a convivir con él. Tráfico, obras, ocio, televisiones, radios, música…
los decibelios excesivos ya forman parte de nuestro ecosistema.
Pero… ¿qué ocurre cuando los sufrimos desde nuestro propio hogar?.
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